Este martes he estado en el refugio La Candela, en el pueblo sevillano de Mairena del Alcor.
Ha sido una visita privilegiada: no formaba parte de un grupo, iba solo, y en todo momento he contado con la compañía de la mejor anfitriona posible para la ocasión, la fundadora del refugio, Lucía.
Es difícil imaginar una ocasión mejor para conocer a los animales que allí habitan, de escuchar sus historias y de comprobar cómo viven.
Ha sido una visita privilegiada: no formaba parte de un grupo, iba solo, y en todo momento he contado con la compañía de la mejor anfitriona posible para la ocasión, la fundadora del refugio, Lucía.
Es difícil imaginar una ocasión mejor para conocer a los animales que allí habitan, de escuchar sus historias y de comprobar cómo viven.
Tal y como me ocurrió hace 10 días en el santuario Wings of Hearts, la primera sorpresa tardó apenas unos segundos en llegar. Tan pronto pasé el umbral de la puerta experior me encontré con un comité de bienvenida espectacular: una manada de perros que mostraron curiosidad por el recién llegado (ningún mérito por mi parte, los perros son así) y a la vez una gran serenidad y tranquilidad. Ni rastro de la habitual locura transitoria canina de la que he sido testigo otras veces en otros refugios. La actitud de los perros de La Candela ha sido más de "hola, chaval, qué tal estás, y tú quién eres, cuéntame".
En seguida, pude ver el motivo de tan buena educación perruna: en La Candela, los perros viven en manadas, y lo que es tan importante, en libertad. Tienen vidas completas y necesidades cubiertas. Nada de jaulas, ni de rejas separadas por paredes de hormigón, ni de pasar las horas con la única compañía de dos boles, uno para el agua y otro para la comida. Salvo que seas un recién llegado aún por evaluar o te encuentres un poco enfermo, tu lugar está junto a tus compañeros de manada.
En La Candela los perros pequeños están con los perros pequeños y los grandes con los grandes: algunos juegan, otros comen, los más vaguetes se acurrucan en la sombra y otros, más currantes, perfeccionan las galerías en la tierra que los propios perros han diseñado y construído. Incluso existe una zona guardería para las madres y sus recién nacidos.
Si algo tienen en común las manadas es que todas responden ante la misma líder: Lucía, la fundadora y responsable del refugio, una chica joven que transmite a la vez mucha energía y mucho desengaño por las dificultades de los últimos tiempos: Yo no lo sabía cuando llegué, pero a La Candela le queda muy poco tiempo en ese recinto: les han echado de allí. Las quejas de un vecino, uno, han servido para iniciar un proceso que ha terminado dándoles la patada. Así que les he pillado de mudanzas.
No me corresponde a mí dar los detalles del nuevo hogar, ya que se pueden conocer a través de este post escrito por la propia Lucía. Recomiendo encarecidamente su lectura, por informativo y por emotivo. En mi modesta opinión el futuro del refugio tiene muy buena pinta, un buen ejemplo del dicho "no hay mal que por bien no venga". Espero de corazón que la aventura les salga bien.
Volviendo a la visita, las explicaciones de Lucía me ayudaban a comprender lo difícil que es mantener un refugio animal como éste a la vez que seguía presentándome a los animales y sus hogares. Finalmente, entramos en el recinto más peculiar: el de los cerdos. "De los cerdos" por decir algo, porque allí hay también un perro que se cree cerdo, otro que no hacía más que seguirnos, un gato pegajosamente cariñoso y otro que se cree el Rey del lugar y que se enfada si alguien se acerca a su plataforma de madera.
Debajo de esa estructura, media decena de cerditos de apenas una semana descansaban tras tomar el desayuno de su madre. El cerdo macho, el más grande, pasaba a la acción y se acercaba amenazante a nosotros. No entiendo a qué venía tanta amenaza cuando a la segunda caricia se deja caer como un saco de patatas. Lo cierto es que en ese rincón del refugio, todos juntos forman una familia de lo más peculiar y un espectáculo para la vista.
Quizás la expulsión de Mairena del Alcor sea lo mejor que le ha pasado nunca a esta familia. Quizás ese vecino protestón ha hecho -obviamente sin querer- un gran favor a los habitantes del refugio. Y quizás La Candela se convierta de aquí a unos meses en un importante referente del veganismo en el sur de España (no tenemos muchos por aquí).
Pero lo que sí es seguro es que no les va a faltar el apoyo de sus voluntarios, y que con Lucía cuentan con una madre coraje que va a seguir dejándose su vida y su libertad por ellos y por darles la mejor vida posible.
En seguida, pude ver el motivo de tan buena educación perruna: en La Candela, los perros viven en manadas, y lo que es tan importante, en libertad. Tienen vidas completas y necesidades cubiertas. Nada de jaulas, ni de rejas separadas por paredes de hormigón, ni de pasar las horas con la única compañía de dos boles, uno para el agua y otro para la comida. Salvo que seas un recién llegado aún por evaluar o te encuentres un poco enfermo, tu lugar está junto a tus compañeros de manada.
En La Candela los perros pequeños están con los perros pequeños y los grandes con los grandes: algunos juegan, otros comen, los más vaguetes se acurrucan en la sombra y otros, más currantes, perfeccionan las galerías en la tierra que los propios perros han diseñado y construído. Incluso existe una zona guardería para las madres y sus recién nacidos.
Si algo tienen en común las manadas es que todas responden ante la misma líder: Lucía, la fundadora y responsable del refugio, una chica joven que transmite a la vez mucha energía y mucho desengaño por las dificultades de los últimos tiempos: Yo no lo sabía cuando llegué, pero a La Candela le queda muy poco tiempo en ese recinto: les han echado de allí. Las quejas de un vecino, uno, han servido para iniciar un proceso que ha terminado dándoles la patada. Así que les he pillado de mudanzas.
No me corresponde a mí dar los detalles del nuevo hogar, ya que se pueden conocer a través de este post escrito por la propia Lucía. Recomiendo encarecidamente su lectura, por informativo y por emotivo. En mi modesta opinión el futuro del refugio tiene muy buena pinta, un buen ejemplo del dicho "no hay mal que por bien no venga". Espero de corazón que la aventura les salga bien.
Volviendo a la visita, las explicaciones de Lucía me ayudaban a comprender lo difícil que es mantener un refugio animal como éste a la vez que seguía presentándome a los animales y sus hogares. Finalmente, entramos en el recinto más peculiar: el de los cerdos. "De los cerdos" por decir algo, porque allí hay también un perro que se cree cerdo, otro que no hacía más que seguirnos, un gato pegajosamente cariñoso y otro que se cree el Rey del lugar y que se enfada si alguien se acerca a su plataforma de madera.
Debajo de esa estructura, media decena de cerditos de apenas una semana descansaban tras tomar el desayuno de su madre. El cerdo macho, el más grande, pasaba a la acción y se acercaba amenazante a nosotros. No entiendo a qué venía tanta amenaza cuando a la segunda caricia se deja caer como un saco de patatas. Lo cierto es que en ese rincón del refugio, todos juntos forman una familia de lo más peculiar y un espectáculo para la vista.
Quizás la expulsión de Mairena del Alcor sea lo mejor que le ha pasado nunca a esta familia. Quizás ese vecino protestón ha hecho -obviamente sin querer- un gran favor a los habitantes del refugio. Y quizás La Candela se convierta de aquí a unos meses en un importante referente del veganismo en el sur de España (no tenemos muchos por aquí).
Pero lo que sí es seguro es que no les va a faltar el apoyo de sus voluntarios, y que con Lucía cuentan con una madre coraje que va a seguir dejándose su vida y su libertad por ellos y por darles la mejor vida posible.