El jueves pasado tuve la fortuna de conocer de primera mano los terrenos donde vivirán los animales rescatados por la asociación La Candela.
La finca donde han residido los últimos años forma ya parte de su pasado. Sin duda es un lugar lleno de recuerdos y será difícil abandonarlo, pero no creo que la pena les dure demasiado tiempo. Su nuevo hogar es más grande, más tranquilo, más natural, más alegre, en definitiva: mejor.
Así es la nueva casa de los animales de La Candela. (click aquí para ver más fotos)
La finca donde han residido los últimos años forma ya parte de su pasado. Sin duda es un lugar lleno de recuerdos y será difícil abandonarlo, pero no creo que la pena les dure demasiado tiempo. Su nuevo hogar es más grande, más tranquilo, más natural, más alegre, en definitiva: mejor.
Así es la nueva casa de los animales de La Candela. (click aquí para ver más fotos)
Para aquellos que no conozcan su historia, un breve resumen: el refugio La Candela lleva años habitando una pequeña parcela en Mairena del Alcor, a 25 minutos de Sevilla. Pero las quejas de un vecino han provocado una serie de desacuerdos con las autoridades oficiales. Resultado: mudanza forzosa. Queda atrás todo el esfuerzo de Lucía, la fundadora, y de sus voluntarios por hacer del refugio un lugar que cumpliera con todas las normativas y a la vez fuera un dulce hogar para los animales. Pero todo ha sido inútil, ha llegado la hora de irse. La pregunta era: ¿a dónde?
Responder esa pregunta, sin duda, habrá costado una cantidad ingente de tiempo y energías. Pero tanta tenacidad y sacrificio han sido recompensadas con un terreno de 5 hectáreas en la Sierra de la Tentudía, en la provincia de Badajoz. A pesar de estar situado en Extremadura, los nuevos terrenos están a una hora de Sevilla, de los que 50 minutos transcurren por autovía en perfecto estado, otros cinco por carretera y los últimos cinco por el habitual camino de cabras. Aquellos visitantes con coches bajos seguramente se lleven a casa un cardo borriquero de regalo en el radiador, pero el acceso no implica problemas de seguridad.
Lo primero que nos llamó la atención del nuevo hogar de La Candela es la abundancia de árboles en la zona de la entrada. Ante tanto verde, a uno se le pasan muchas ideas en la cabeza, pero uno de los integrantes del grupo dio con la más acertada: “aquí, aquí es donde yo pondría una hamaca".
Y sí, es necesario poner hamacas y más zonas de descanso, porque el nuevo santuario amenaza con poner a sus visitantes en forma a base de subir pendientes. Existen también zonas de llano, que nadie se asuste, pero un terreno tan escarpado dará mucho juego a la hora de habilitar las zonas de los animales. Permite que se sitúe a las especies en los lugares más adecuados según sus características (cerdos al llano, cabras al monte) y, además, provoca que las cinco hectáreas cundan mucho más de lo que puedan parecer sobre el papel.
En una de las zonas del terreno se levantan unas ruinas bien conservadas que en el futuro servirá para acoger a aquellos animales recién llegados, enfermos o a punto de dar a luz. Una idea que nos adelantó Lucía y que en mi imaginación promete ser una visión espectacular.
Pero la zona estrella del nuevo santuario La Candela es, en mi opinión, el pequeño riachuelo que fluye por dentro de uno de los extremos de la finca, toda una suerte, ya que apenas unos metros más allá ya entramos en territorio vecino. A pesar de estar en pleno verano extremeño, el riachuelo tiene bastante agua, casi un metro en sus zonas más profundas, por lo que el agua natural para los animales parece garantizado todo el año.
No hay duda de que los fundadores y los voluntarios tienen mucho trabajo por hacer. Les esperan unos meses duros, con calor y sudor. Pero tan pronto acaben la mudanza verán que ese nuevo hogar que tienen (y que sin duda disfrutarán) es fruto del buen karma que durante años han creado luchando sin descanso por los animales y no permitiendo que el desánimo les haga abandonar.
Porque, sinceramente, ¿quién se acordará de los viejos problemas y del dichoso vecino cuando esté tumbado en la hamaca?
Responder esa pregunta, sin duda, habrá costado una cantidad ingente de tiempo y energías. Pero tanta tenacidad y sacrificio han sido recompensadas con un terreno de 5 hectáreas en la Sierra de la Tentudía, en la provincia de Badajoz. A pesar de estar situado en Extremadura, los nuevos terrenos están a una hora de Sevilla, de los que 50 minutos transcurren por autovía en perfecto estado, otros cinco por carretera y los últimos cinco por el habitual camino de cabras. Aquellos visitantes con coches bajos seguramente se lleven a casa un cardo borriquero de regalo en el radiador, pero el acceso no implica problemas de seguridad.
Lo primero que nos llamó la atención del nuevo hogar de La Candela es la abundancia de árboles en la zona de la entrada. Ante tanto verde, a uno se le pasan muchas ideas en la cabeza, pero uno de los integrantes del grupo dio con la más acertada: “aquí, aquí es donde yo pondría una hamaca".
Y sí, es necesario poner hamacas y más zonas de descanso, porque el nuevo santuario amenaza con poner a sus visitantes en forma a base de subir pendientes. Existen también zonas de llano, que nadie se asuste, pero un terreno tan escarpado dará mucho juego a la hora de habilitar las zonas de los animales. Permite que se sitúe a las especies en los lugares más adecuados según sus características (cerdos al llano, cabras al monte) y, además, provoca que las cinco hectáreas cundan mucho más de lo que puedan parecer sobre el papel.
En una de las zonas del terreno se levantan unas ruinas bien conservadas que en el futuro servirá para acoger a aquellos animales recién llegados, enfermos o a punto de dar a luz. Una idea que nos adelantó Lucía y que en mi imaginación promete ser una visión espectacular.
Pero la zona estrella del nuevo santuario La Candela es, en mi opinión, el pequeño riachuelo que fluye por dentro de uno de los extremos de la finca, toda una suerte, ya que apenas unos metros más allá ya entramos en territorio vecino. A pesar de estar en pleno verano extremeño, el riachuelo tiene bastante agua, casi un metro en sus zonas más profundas, por lo que el agua natural para los animales parece garantizado todo el año.
No hay duda de que los fundadores y los voluntarios tienen mucho trabajo por hacer. Les esperan unos meses duros, con calor y sudor. Pero tan pronto acaben la mudanza verán que ese nuevo hogar que tienen (y que sin duda disfrutarán) es fruto del buen karma que durante años han creado luchando sin descanso por los animales y no permitiendo que el desánimo les haga abandonar.
Porque, sinceramente, ¿quién se acordará de los viejos problemas y del dichoso vecino cuando esté tumbado en la hamaca?