No soy ni de lejos el aficionado más futbolero del mundo.
No voy por ahí con la cara pintada ni suelo entrar en ese estado de bendita locura cuando el equipo de turno mete un gol. Suelo mantenerme (relativamente) tranquilo en la victoria y en la derrota. Y soy un reconocido chaquetero. Lo admito. Mi alegría suele ir con quien me cae simpático, independientemente de los colores de su camiseta.
Sin embargo, tengo que reconocer que lo de ayer me dolió.
No voy por ahí con la cara pintada ni suelo entrar en ese estado de bendita locura cuando el equipo de turno mete un gol. Suelo mantenerme (relativamente) tranquilo en la victoria y en la derrota. Y soy un reconocido chaquetero. Lo admito. Mi alegría suele ir con quien me cae simpático, independientemente de los colores de su camiseta.
Sin embargo, tengo que reconocer que lo de ayer me dolió.