5 preguntas al profesor Dr. José Barrientos Rastrojo
El profesor Dr. José Barrientos Rastrojo trabaja en la actualidad el asunto de la ética con Peter Singer fundador de la ética animal y una de las voces de mayor consideración en la filosofía moderna. Es autor de la obra "Peter Singer, senderos para un giro copernicano ético" y es profesor en el departamento de Metafísica, Corrientes Actuales de la Filosofía, Ética y Filosofía Política de la Universidad de Sevilla.
1.- En su explicación del especismo declara que "el racismo y el sexismo (…) devalúa al sujeto no en su consideración antropológica y metafísica sino en la moral." Y que "esta degradación evita responsabilidades morales". Entendiendo igualdad como la eliminación de la injusticia inherente que suponía el contar con privilegios morales y legales sobre otros colectivos por nacer con una cierta característica o etiqueta ("noble", "blanco", "varón"), ¿qué diferencias principales existen entre estas luchas y el antiespecismo, que previene contra los privilegios de la etiqueta "homo sapiens"?
En primer lugar, quiero subrayar que, habitualmente, muestro más adhesión por el concepto “justicia” que por el de “igualdad”. La igualdad, esto es, dotar a todos los individuos de idénticas prebendas, puede ser muy injusta, puesto que las características y necesidades de cada ser acostumbran a ser diferentes. Por el contrario, la distribución de la justicia se realiza sobre la base de esos elementos. Le pongo un ejemplo gráfico y cotidiano que ilustre la disyuntiva: no considero que una distribución de las tareas domésticas deba radicar en que el hombre corte la mitad del césped de su casa y la mujer la otra mitad; si a la mujer le satisface mucho más esa labor, abogaría porque ella se ocupase de la totalidad de esa actividad mientras su pareja se ocupe de dar curso a la totalidad de otra que le complazca más como cocinar o limpiar las ventanas de la casa.
Peter Singer subraya cómo la historia de los últimos siglos ha provocado una apertura ética sobresaliente. Ésta nos ha permitido apercibirnos de la existencia de sectores que, previamente, carecía de voz o voto como ciertas razas, géneros o condiciones sexuales y, a ellos, les ha facilitado el acceso a derechos de primera magnitud que antes les eran vetados. Este proceso ha promovido un descentramiento de la persona o una reconfiguración de sus notas esenciales.
Así, cuando se acepta a la mujer como ser de pleno derecho social, la definición de “persona” empieza a integrar sus valores que polinizan en todos los sectores, por ejemplo, la filosofía descubre una filosofía feminista y una filosofía femenina, ahora bien, también se empieza a generar una publicidad para mujeres en la venta de tabaco. La asunción de la raza negra como ciudadano de derecho lleva a la generación de productos televisivos (y de otra índole) para ellos. Ahora bien, no se trata sólo de que se hayan generado guettos donde ellos encontrasen su mundo sino que el nuestro se ha ampliado con su aportación: cuando se suman con pleno derecho a la humanidad libre tribus como los aztecas o los purépechas en México, se descubren nuevos modos de enfrentar la vida que trascienden las geografías mesoamericanas y que servirá a un sevillano del siglo XX o a un parisino del siglo XXI. Consecuentemente, cada paso supone un salto donde se beneficia tanto quien se ha subido al mundo de derechos humanos básicos como a cada uno de los que estaban dentro, pues amplía su propia condición como ser humano.
Ahora bien, la revolución animal se nos antoja como más desafiante que la anterior; de hecho, confiamos en obtener de ella resultados y debates apasionantes. La historia ha defendido durante muchos siglos un abismo insalvable entre un adolescente y un caballo. Actualmente, el hueco abierto se reduce a pasos agigantados: diversas razas de animales han demostrado que poseían capacidades que antes se le negaban. Esto pone de manifiesto que el problema residía en una miopía intelectiva vergonzosa en el ser humano y no en las ausencias atribuidas al delfín o a ciertos gorilas.
La lucha contra el especismo anima a un nuevo descentramiento, a sacar al modelo de persona de la categorización de un ser humano blanco de género masculino y heterosexual. En este sentido, Singer distingue entre personas humanas y personas no humanas. Las primeras integrarían a la mayor parte de los seres humanos y las segundas a muchos animales. Esta taxonomía destaca que para ser persona no es preciso pertenecer a los citados “homo sapiens sapiens”.
La pertenencia a esta raza no debería servir para detentar un poder omnímodo sino una mayor responsabilidad ética hacia quien parece no disponer de estas capacidades que desde ciertos marcos, parecen “superiores”. La lucha contra el especismo no se basa en arrogarnos derechos por la razón de disponer de cualificaciones intelectuales superiores. Si así fuera, las personas con problemas cognitivos graves o aquellos que, de facto, estuvieran en coma, no tendrían justificación para ser tratados por encima de los seres conscientes. Es más, si el derecho depende de estas capacidades, ¿qué alza a un niño recién nacido por encima de un delfín con capacidad para comprender lo que piensan otros de su misma especie? La ética y la ley nos conminan a preocuparnos más por quiénes no tienen posibilidad de protegerse a sí mismos que de quienes sí puedan hacerlo, tal como se privilegian los derechos de un niño en un divorcio sobre los de los padres.
Ahora bien, esta discusión oculta un juicio previo que expuso adecuadamente el activista Gary Yourofsky en la pregunta retórica que dirige a una entrevistadora: “¿Cuándo dejaremos de creernos la especie más especial que ha existido nunca?” .
Si no nos considerásemos tan singulares, la sociedad se escandalizaría de diversas prácticas especistas actuales, tributarias de haber convertido en objetos para el uso propio a los animales: terneros que son apartados de sus madres casi al nacer y se someten a anemias para obtener una carne que se ha servido durante años en restaurantes para gourmets, gallos que viven seis semanas (siendo su esperanza de vida en libertad de varios años) encerrados en jaulas donde llegan a matarse entre sí porque se pisan entre ellos cuando crecen, gallinas forzadas día y noche a poner huevos hasta que, agotadas físicamente, son incapaces de continuar y son enviadas al matadero, conejos inoculados con cosméticos hasta dejarlos ciegos, experimentos con ratas en que se fomentaba que se comiesen entre ellas y un largo etcétera que pueden sorprendernos. Sin duda, llama la atención a las sensibilidades más despiertas lo socializadas que se encuentran prácticas muy agresivas, por ejemplo, no es infrecuente encontrar en acaudaladas marisquerías y restaurantes la exposición de cigalas u otros peces “frescos” dentro de acuarios y que son cocinados vivos; los clientes de los grandes supermercados asisten con regocijo al espectáculo de cómo cangrejos o caracoles mueren sobre los mostradores aumentando su valor precisamente por esta circunstancia.
2.- La humanidad tiene más de 250.000 años de historia. Sin embargo, es a partir de la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa -hace menos de 250 años- cuando empieza a buscarse una igualdad real para todos los humanos hasta el punto en el que actualmente declararse racista o machista es garantía de exclusión social. ¿Cómo se explica este fenómeno y esta evolución filosófica tan brusca?
No tengo tan claro que la historia de esa liberación comenzase en un periodo tan cercano. Recuerde que Bartolomé de las Casas, realizó, tras la conquista de América, una encendida lucha a favor de la defensa de la humanidad y de la libertad de los pueblos de aquellas latitudes. La propia ética cristiana y los relatos del Nuevo Testamento nos ofrecen las luchas éticas de Jesucristo cuando defiende a ciertos grupos, zaheridos por los poderes fácticos y por la sociedad, tales como las prostitutas o ciertos enfermos que se consideraban impuros. La propia ética estoica o la aristotélica contienen elementos que destacan el valor de los juicios éticos racionales sobre los desafueros emocionales y, por ende, la denunciaban las injusticias públicas y no hay que esperar hasta el siglo XVIII para que se prohibiese que una persona muriese a manos de osos o leones como sucedía en el circo romano. Por supuesto, desde nuestra perspectiva, podríamos añadir que la consecución de logros sociales incluía sesgos y ausencias de corte ético en relación a la liberación, pero hay que intentar evitar anacronismos y no oponerse con ello a que, entonces, se realizaron avances significativos. En suma, afirmaríamos que las liberaciones éticas alcanzan los miles de años antes que el orden de las dos o tres últimas centurias .
A pesar de esto, la Ilustración sirvió para dar un paso adelante al institucionalizar mejoras relativas a la justicia social. Otros fenómenos impulsaron tales avances: la democratización de los países, la globalización cultural, el fomento de los contactos intersubjetivos e inter-nacionales o la movilidad social. Una característica que los aúna consiste en que el otro, que permanecía lejano, dispone hoy de un rostro significativo al acercarse a nuestras sociedades. Lo explico con un ejemplo: para muchos españoles que hoy apenas alcanzan los sesenta años, la persona de raza negra era alguien que se comía a los blancos en los calderos dentro de las películas; hoy, pueden ser sus propios yernos o nueras. El hecho de que ciertos grupos adquieran un rostro es crucial y, en esta dirección, considero muy apropiada la apreciación de Levinas, un filósofo judío que padeció en un campo de concentración de Hannover y cuyos padres murieron, precisamente, en instalaciones de este tipo. De acuerdo con Humanismo del otro hombre, “el rostro se me impone sin que pueda hacerme sordo a su llamada, ni olvidarlo, quiero decir, sin que pueda dejar de ser responsable (de) a su miseria”. Si la pobreza se reduce a números, la objetivamos y la llamada que provoca es débil; si ésta se convierte en un auténtico rostro (si vemos en un viaje de turismo a niños en India que aprenden a trabajar antes que a hablar o somos testigos en un safari por África de madres que lloran desconsoladas e impotentes con sus hijos en brazos porque murieron de una causa tan banal como una diarrea), le aseguro que el deber ético se convierte en urgencia vital inaplazable.
Vayamos a nuestro tema: no sólo las personas humanas tienen rostro sino también las no-humanas. He aquí el motivo por el cual muchas industrias cárnicas esconden las matanzas (aun cuando son realizadas por medios compasivos). El niño lo tiene claro cuando aúlla porque el que fue su pollito, que hoy es gallo, se solicita para formar parte del puchero de mañana. El adulto también es consciente de la aberración de matar a su mascota con la que convivió durante diez o quince años para que fuese integrado como solomillo en la oferta alimenticia del supermercado de la esquina. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre ese perro y el conejo que adquirimos en el supermercado? Recientemente, unos amigos durante una comida dominical contaban cómo personas de Texas se sobrecogían cuando les comentaban que la paella podía tener trozos de conejo. Su cultura ha puesto rostro a esos animales puesto que se integra dentro de las posibles mascotas de cualquier familia; pero ¿qué diferencia al conejo del cerdo o de una vaca?
Es más, este juego perverso llega a transformar nombres para evitar la conciencia de la aberración del acto (“vaquita” se sustituye por “ternera”, cerdo por “chopped pork”, músculo de la espalda por “solomillo”) o por evitar la identificación (por ejemplo, cuando se despluman a las aves y se les elimina las cabezas antes de precintarlas al vacío para la tienda de carnes).
3.- En palabras de Peter Singer, "los animales son incapaces de demandar su propia liberación o de protestar contra su condición con votos, manifestaciones o bombas". Sin embargo, la llegada de internet, especialmente la de plataformas como youtube, hace que la vida diaria de los animales de granja pueda ser seguida por cualquiera que tenga interés en ello. Según su opinión, ¿qué importancia tiene el acceso infinito a la información que da internet en la lucha por los derechos animales?
Nuevamente, creo que hay que matizar la pregunta. Lamento decir que el acceso a la información no es “infinito”, aunque las “posibilidades” para que sea así, quizás, no tengan unos límites tan precisos. Aclaro mi afirmación. Probablemente, usted sepa buscar una página web escrita con caracteres latinos, es decir, aquellos en los que se expresa occidente (castellano, inglés, francés, alemán, italiano o portugués entre otros). Sin embargo, ¿sabría localizar una web escrita en caracteres árabes, cirílicos o chinos? Podría objetarme que es posible encontrar un programa que le auxiliase en tal cometido; no obstante, le pregunto, conoce de facto el programa, sabe de facto ahora mismo cumplimentar la tarea que le encomendé, la población sería capaz de llevarla a término, qué porcentaje de persona se introdujo en estas web al menos una vez en su vida. He ahí la diferencia entre un acceso finito y una potencialidad más cercana a la infinitud que menciona.
En segundo lugar, hemos de referirnos al poder de las grandes corporaciones. Sus ventas no se benefician con la difusión de imágenes de cómo tratan a muchos de sus animales, de su materia prima. Muestra de ello, puede inferirse de la lectura de la lectura de la biografía del activista Henry Spyra, Ethics into action. Sus campañas contra el maltrato animal se basaron en grabar y trasladar al público imágenes de lo que sucedían en los laboratorios de grandes marcas de cosméticos y de cadenas alimentarias. Cuando las ventas de ambas empezaron a resentirse, las empresas se plantearon cambios estructurales para hacer más amable su trato con los animales.
A la vista de lo anterior, y a pesar de las limitaciones de Internet, la red de redes y otros medios de difusión de masas han ayudado a dotar de rostro a los animales, con las consecuencias apuntadas arriba, y a denunciar tropelías de diversa índole. A pesar de ello, el medio tiene sus riesgos. Uno de los más destacados se funda en la masificación, en la ausencia de criterios para difundir ciertas informaciones o en la desinformación (es decir, promover la propagación de contenidos proclives a los intereses del informador). Diversas fuentes atribuyen a Goebbles la frase “Una verdad es una mentira repetida un número suficiente de veces” o “una verdad repetida mil veces se convierte en verdad”. Esta aseveración se ha instalado en muchos usuarios de la red y les ha generado desconfianza indiscriminada, entre otras hacia los argumentos de las asociaciones animalistas.
Pero, al otro lado, se pueden construir verdades cuando se controlan los medios y cuando los sectores de poder financian investigaciones a instituciones privadas donde se tiene clara la respuesta antes de iniciar el estudio. El caso fue estudiado por Michel Foucault y, recientemente, podemos aludir a un ejemplo claro: la venta de la idea de la existencia de las armas de destrucción masiva en una de las últimas guerras estadounidenses con fines corporativos (lo describe Enrique Bocardo Crespo en La política del negocio: cómo la administración Bush vendió la guerra de Irak).
Por último, existe un último problema: el oscurecimiento de la verdad. Por ejemplo, en 2012, el estado de Iowa de Estados Unidos aprobó una ley que convertía en delito realizar grabaciones ocultas en granjas industriales.
En suma, el problema hoy no se instala tanto en el acceso a la información como en devolver confianza a la población sobre la misma y ayudarla a poseer un criterio para distinguir las informaciones fiables de la red de aquellas que se envuelven en un falso boato de academicismo riguroso.
4.- En el apartado referido a Ética Animal, Vd. comenta el caso del chimpancé Washoe. En un caso similar, un gorila llamado Koko llega en una ocasión a mostrar sentimientos de pena y duelo cuando su cuidadora le comunica por gestos que su gato mascota había sido atropellado. ¿Cómo pueden influir estas historias y otras similares en la aceptación que pueda tener hoy día el mecanicismo animal cartesiano -que explica que los animales carecen de conciencia y que sus manifestaciones de dolor son mecanismos automáticos no conectados con el sufrimiento?
Mis últimas investigaciones de ciernen en la influencia de diversos tipos de racionalidades sobre el sujeto. La racionalidad lógica, en ocasiones, posee una incidencia muy restringida sobre la transformación del sujeto. Sin embargo, la racionalidad experiencial, aquella que extrae sus verdades de vivir directa o indirectamente ciertas experiencias, conduce a cambios cruciales, en la esencia y, por tanto, en las formas de ver, de sentir y de reaccionar ante el mundo. Se trata de distancia que existe entre la eficacia que produce escuchar los resultados de la estadística sobre la hambruna en el mundo y la de vivir una experiencia con una tribu en África.
Además, no es preciso padecer personalmente esta circunstancia. La narración se vincula con esta acción porque consisten en experiencias referidas o indirectas. Asistir a una película, donde Jane Goodall nos narre sus contactos con ciertos gorilas, o ver cómo llora nuestro hijo porque le entristece que el pavo con el que se crió los últimos meses haya desaparecido en Navidad mueve resortes internos básicos que nos trasladan a apercibirnos de errores culturales sobre cuya base nos hemos criado y, en definitiva, nos hace ir más allá de las restricciones de nuestro marco ético trasnochado... siguiendo la metáfora de Platón a salir, en cierto modo, de la caverna o, siguiendo el símil fílmico, a escapar de Matrix y de los señores Smith.
5.- En su libro explica brevemente cómo la idea de la producción en masa de productos cárnicos surgió como una necesidad vinculada con el crecimiento de las grandes urbes y con las guerras mundiales. En la actualidad convivimos con un aumento exponencial de la población mundial (lo que implica mayor necesidad de alimentos) y con una crisis económica que fuerza a las industrias a bajar precios (y reducir costes relacionados con el confort o la disminución del sufrimiento de los animales). ¿Cómo puede afectar este choque ético entre la lucha por mantener a la humanidad y el supuesto incremento del interés social en los derechos animales?
La idea que propone se basa en una teoría creada hace más de dos siglos por Thomas Robert Malthus, el maltusianismo. Ésta nos hace temer por el aumento exponencial de población debido a que los recursos planetarios son limitados. Sin embargo, esta teoría, al contrario de lo que plantea, constituye una razón más para evitar el consumo de productos cárnicos y, por ende, para limitar su diseño en granjas industriales. La mayor parte de grano que se produce a nivel mundial sirve para el consumo animal (que, a su vez, es consumido por el ser humano). Para cultivar ese pienso, se precisan grandes extensiones de terreno agrícolas y de recursos humanos y económicos.
Paradójicamente, la producción alimentaria, el cerdo que acaba en nuestros platos, es una cantidad exigua de comida en comparación con la cantidad de alimento que obtendríamos si ese terreno se hubiera dedicado a cultivar productos vegetales de consumo humano. Así pues, la cría intensiva de animales para el consumo humano acota la posibilidad para generar alimentos para los habitantes del mundo.
Respecto a los daños proporcionados a la economía doméstica, compare la media del precio de un kilogramo de verduras y la de uno de carne o pescado. Es cierto que, en algunos países extranjeros, la ecuación se puede invertir, pero Singer señala que es debido a que se financian la producción animal. Siguiendo la lógica del párrafo anterior, resulta obvio que la cría de un kilogramo de ternera será más costosa que el cultivo de uno de manzanas.
Algunas personas señalan el manido argumento de que toda dieta equilibrada requiere disponer de productos cárnicos. Sin embargo, libros como Liberación animal de Peter Singer, Somos lo que comemos o Animal factories escritos con Jim Masson desvelan la falsedad de esta apreciación (salvo, obviamente, en caso de patologías humanas graves). Singer y Mason demuestran que la pirámide alimentaria se basaba en intereses de grandes multinacionales cárnicas que temieron ver reducido sus ventas cuando la Segunda Guerra Mundial no los hizo tan necesarios y apunta a la influencia de la empresa sobre la ciencia para que éste extrajese consecuencias que les resultaban de utilidad. Por otro lado, si existen casos de atletas de primer nivel, como Carl Lewis, que han sido vegetarianos, ¿cuál es la necesidad de aquellos que no lo somos? Asimismo, Singer reseña las patologías provocadas por el exceso de consumo de carnes y grasas en comparación con la exigüidad de éstas que se presentan en los vegetarianos.
Comentando estos puntos con unos amigos hace unos meses, me replicaban que habían leído que la ausencia de consumo de carnes provocaba deficiencias intelectuales. Les indiqué que Peter Singer era vegetariano desde hacía cuatro décadas y se consideraba por diversos medios el primer o segundo filósofo más influyente de la contemporaneidad. Ellos, con sorna, aseveraron: “Si hubiera comido carne, ocuparía el primer puesto”. A lo que añadí con ironía: “Bueno, un segundo puesto no está mal si con eso se dilapida la muerte y/o sufrimiento de millones de animales”. Minutos más tarde, atacarían con ansia irredenta la espalda del cadáver de un cerdo silenciado en el matadero.
En primer lugar, quiero subrayar que, habitualmente, muestro más adhesión por el concepto “justicia” que por el de “igualdad”. La igualdad, esto es, dotar a todos los individuos de idénticas prebendas, puede ser muy injusta, puesto que las características y necesidades de cada ser acostumbran a ser diferentes. Por el contrario, la distribución de la justicia se realiza sobre la base de esos elementos. Le pongo un ejemplo gráfico y cotidiano que ilustre la disyuntiva: no considero que una distribución de las tareas domésticas deba radicar en que el hombre corte la mitad del césped de su casa y la mujer la otra mitad; si a la mujer le satisface mucho más esa labor, abogaría porque ella se ocupase de la totalidad de esa actividad mientras su pareja se ocupe de dar curso a la totalidad de otra que le complazca más como cocinar o limpiar las ventanas de la casa.
Peter Singer subraya cómo la historia de los últimos siglos ha provocado una apertura ética sobresaliente. Ésta nos ha permitido apercibirnos de la existencia de sectores que, previamente, carecía de voz o voto como ciertas razas, géneros o condiciones sexuales y, a ellos, les ha facilitado el acceso a derechos de primera magnitud que antes les eran vetados. Este proceso ha promovido un descentramiento de la persona o una reconfiguración de sus notas esenciales.
Así, cuando se acepta a la mujer como ser de pleno derecho social, la definición de “persona” empieza a integrar sus valores que polinizan en todos los sectores, por ejemplo, la filosofía descubre una filosofía feminista y una filosofía femenina, ahora bien, también se empieza a generar una publicidad para mujeres en la venta de tabaco. La asunción de la raza negra como ciudadano de derecho lleva a la generación de productos televisivos (y de otra índole) para ellos. Ahora bien, no se trata sólo de que se hayan generado guettos donde ellos encontrasen su mundo sino que el nuestro se ha ampliado con su aportación: cuando se suman con pleno derecho a la humanidad libre tribus como los aztecas o los purépechas en México, se descubren nuevos modos de enfrentar la vida que trascienden las geografías mesoamericanas y que servirá a un sevillano del siglo XX o a un parisino del siglo XXI. Consecuentemente, cada paso supone un salto donde se beneficia tanto quien se ha subido al mundo de derechos humanos básicos como a cada uno de los que estaban dentro, pues amplía su propia condición como ser humano.
Ahora bien, la revolución animal se nos antoja como más desafiante que la anterior; de hecho, confiamos en obtener de ella resultados y debates apasionantes. La historia ha defendido durante muchos siglos un abismo insalvable entre un adolescente y un caballo. Actualmente, el hueco abierto se reduce a pasos agigantados: diversas razas de animales han demostrado que poseían capacidades que antes se le negaban. Esto pone de manifiesto que el problema residía en una miopía intelectiva vergonzosa en el ser humano y no en las ausencias atribuidas al delfín o a ciertos gorilas.
La lucha contra el especismo anima a un nuevo descentramiento, a sacar al modelo de persona de la categorización de un ser humano blanco de género masculino y heterosexual. En este sentido, Singer distingue entre personas humanas y personas no humanas. Las primeras integrarían a la mayor parte de los seres humanos y las segundas a muchos animales. Esta taxonomía destaca que para ser persona no es preciso pertenecer a los citados “homo sapiens sapiens”.
La pertenencia a esta raza no debería servir para detentar un poder omnímodo sino una mayor responsabilidad ética hacia quien parece no disponer de estas capacidades que desde ciertos marcos, parecen “superiores”. La lucha contra el especismo no se basa en arrogarnos derechos por la razón de disponer de cualificaciones intelectuales superiores. Si así fuera, las personas con problemas cognitivos graves o aquellos que, de facto, estuvieran en coma, no tendrían justificación para ser tratados por encima de los seres conscientes. Es más, si el derecho depende de estas capacidades, ¿qué alza a un niño recién nacido por encima de un delfín con capacidad para comprender lo que piensan otros de su misma especie? La ética y la ley nos conminan a preocuparnos más por quiénes no tienen posibilidad de protegerse a sí mismos que de quienes sí puedan hacerlo, tal como se privilegian los derechos de un niño en un divorcio sobre los de los padres.
Ahora bien, esta discusión oculta un juicio previo que expuso adecuadamente el activista Gary Yourofsky en la pregunta retórica que dirige a una entrevistadora: “¿Cuándo dejaremos de creernos la especie más especial que ha existido nunca?” .
Si no nos considerásemos tan singulares, la sociedad se escandalizaría de diversas prácticas especistas actuales, tributarias de haber convertido en objetos para el uso propio a los animales: terneros que son apartados de sus madres casi al nacer y se someten a anemias para obtener una carne que se ha servido durante años en restaurantes para gourmets, gallos que viven seis semanas (siendo su esperanza de vida en libertad de varios años) encerrados en jaulas donde llegan a matarse entre sí porque se pisan entre ellos cuando crecen, gallinas forzadas día y noche a poner huevos hasta que, agotadas físicamente, son incapaces de continuar y son enviadas al matadero, conejos inoculados con cosméticos hasta dejarlos ciegos, experimentos con ratas en que se fomentaba que se comiesen entre ellas y un largo etcétera que pueden sorprendernos. Sin duda, llama la atención a las sensibilidades más despiertas lo socializadas que se encuentran prácticas muy agresivas, por ejemplo, no es infrecuente encontrar en acaudaladas marisquerías y restaurantes la exposición de cigalas u otros peces “frescos” dentro de acuarios y que son cocinados vivos; los clientes de los grandes supermercados asisten con regocijo al espectáculo de cómo cangrejos o caracoles mueren sobre los mostradores aumentando su valor precisamente por esta circunstancia.
2.- La humanidad tiene más de 250.000 años de historia. Sin embargo, es a partir de la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa -hace menos de 250 años- cuando empieza a buscarse una igualdad real para todos los humanos hasta el punto en el que actualmente declararse racista o machista es garantía de exclusión social. ¿Cómo se explica este fenómeno y esta evolución filosófica tan brusca?
No tengo tan claro que la historia de esa liberación comenzase en un periodo tan cercano. Recuerde que Bartolomé de las Casas, realizó, tras la conquista de América, una encendida lucha a favor de la defensa de la humanidad y de la libertad de los pueblos de aquellas latitudes. La propia ética cristiana y los relatos del Nuevo Testamento nos ofrecen las luchas éticas de Jesucristo cuando defiende a ciertos grupos, zaheridos por los poderes fácticos y por la sociedad, tales como las prostitutas o ciertos enfermos que se consideraban impuros. La propia ética estoica o la aristotélica contienen elementos que destacan el valor de los juicios éticos racionales sobre los desafueros emocionales y, por ende, la denunciaban las injusticias públicas y no hay que esperar hasta el siglo XVIII para que se prohibiese que una persona muriese a manos de osos o leones como sucedía en el circo romano. Por supuesto, desde nuestra perspectiva, podríamos añadir que la consecución de logros sociales incluía sesgos y ausencias de corte ético en relación a la liberación, pero hay que intentar evitar anacronismos y no oponerse con ello a que, entonces, se realizaron avances significativos. En suma, afirmaríamos que las liberaciones éticas alcanzan los miles de años antes que el orden de las dos o tres últimas centurias .
A pesar de esto, la Ilustración sirvió para dar un paso adelante al institucionalizar mejoras relativas a la justicia social. Otros fenómenos impulsaron tales avances: la democratización de los países, la globalización cultural, el fomento de los contactos intersubjetivos e inter-nacionales o la movilidad social. Una característica que los aúna consiste en que el otro, que permanecía lejano, dispone hoy de un rostro significativo al acercarse a nuestras sociedades. Lo explico con un ejemplo: para muchos españoles que hoy apenas alcanzan los sesenta años, la persona de raza negra era alguien que se comía a los blancos en los calderos dentro de las películas; hoy, pueden ser sus propios yernos o nueras. El hecho de que ciertos grupos adquieran un rostro es crucial y, en esta dirección, considero muy apropiada la apreciación de Levinas, un filósofo judío que padeció en un campo de concentración de Hannover y cuyos padres murieron, precisamente, en instalaciones de este tipo. De acuerdo con Humanismo del otro hombre, “el rostro se me impone sin que pueda hacerme sordo a su llamada, ni olvidarlo, quiero decir, sin que pueda dejar de ser responsable (de) a su miseria”. Si la pobreza se reduce a números, la objetivamos y la llamada que provoca es débil; si ésta se convierte en un auténtico rostro (si vemos en un viaje de turismo a niños en India que aprenden a trabajar antes que a hablar o somos testigos en un safari por África de madres que lloran desconsoladas e impotentes con sus hijos en brazos porque murieron de una causa tan banal como una diarrea), le aseguro que el deber ético se convierte en urgencia vital inaplazable.
Vayamos a nuestro tema: no sólo las personas humanas tienen rostro sino también las no-humanas. He aquí el motivo por el cual muchas industrias cárnicas esconden las matanzas (aun cuando son realizadas por medios compasivos). El niño lo tiene claro cuando aúlla porque el que fue su pollito, que hoy es gallo, se solicita para formar parte del puchero de mañana. El adulto también es consciente de la aberración de matar a su mascota con la que convivió durante diez o quince años para que fuese integrado como solomillo en la oferta alimenticia del supermercado de la esquina. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre ese perro y el conejo que adquirimos en el supermercado? Recientemente, unos amigos durante una comida dominical contaban cómo personas de Texas se sobrecogían cuando les comentaban que la paella podía tener trozos de conejo. Su cultura ha puesto rostro a esos animales puesto que se integra dentro de las posibles mascotas de cualquier familia; pero ¿qué diferencia al conejo del cerdo o de una vaca?
Es más, este juego perverso llega a transformar nombres para evitar la conciencia de la aberración del acto (“vaquita” se sustituye por “ternera”, cerdo por “chopped pork”, músculo de la espalda por “solomillo”) o por evitar la identificación (por ejemplo, cuando se despluman a las aves y se les elimina las cabezas antes de precintarlas al vacío para la tienda de carnes).
3.- En palabras de Peter Singer, "los animales son incapaces de demandar su propia liberación o de protestar contra su condición con votos, manifestaciones o bombas". Sin embargo, la llegada de internet, especialmente la de plataformas como youtube, hace que la vida diaria de los animales de granja pueda ser seguida por cualquiera que tenga interés en ello. Según su opinión, ¿qué importancia tiene el acceso infinito a la información que da internet en la lucha por los derechos animales?
Nuevamente, creo que hay que matizar la pregunta. Lamento decir que el acceso a la información no es “infinito”, aunque las “posibilidades” para que sea así, quizás, no tengan unos límites tan precisos. Aclaro mi afirmación. Probablemente, usted sepa buscar una página web escrita con caracteres latinos, es decir, aquellos en los que se expresa occidente (castellano, inglés, francés, alemán, italiano o portugués entre otros). Sin embargo, ¿sabría localizar una web escrita en caracteres árabes, cirílicos o chinos? Podría objetarme que es posible encontrar un programa que le auxiliase en tal cometido; no obstante, le pregunto, conoce de facto el programa, sabe de facto ahora mismo cumplimentar la tarea que le encomendé, la población sería capaz de llevarla a término, qué porcentaje de persona se introdujo en estas web al menos una vez en su vida. He ahí la diferencia entre un acceso finito y una potencialidad más cercana a la infinitud que menciona.
En segundo lugar, hemos de referirnos al poder de las grandes corporaciones. Sus ventas no se benefician con la difusión de imágenes de cómo tratan a muchos de sus animales, de su materia prima. Muestra de ello, puede inferirse de la lectura de la lectura de la biografía del activista Henry Spyra, Ethics into action. Sus campañas contra el maltrato animal se basaron en grabar y trasladar al público imágenes de lo que sucedían en los laboratorios de grandes marcas de cosméticos y de cadenas alimentarias. Cuando las ventas de ambas empezaron a resentirse, las empresas se plantearon cambios estructurales para hacer más amable su trato con los animales.
A la vista de lo anterior, y a pesar de las limitaciones de Internet, la red de redes y otros medios de difusión de masas han ayudado a dotar de rostro a los animales, con las consecuencias apuntadas arriba, y a denunciar tropelías de diversa índole. A pesar de ello, el medio tiene sus riesgos. Uno de los más destacados se funda en la masificación, en la ausencia de criterios para difundir ciertas informaciones o en la desinformación (es decir, promover la propagación de contenidos proclives a los intereses del informador). Diversas fuentes atribuyen a Goebbles la frase “Una verdad es una mentira repetida un número suficiente de veces” o “una verdad repetida mil veces se convierte en verdad”. Esta aseveración se ha instalado en muchos usuarios de la red y les ha generado desconfianza indiscriminada, entre otras hacia los argumentos de las asociaciones animalistas.
Pero, al otro lado, se pueden construir verdades cuando se controlan los medios y cuando los sectores de poder financian investigaciones a instituciones privadas donde se tiene clara la respuesta antes de iniciar el estudio. El caso fue estudiado por Michel Foucault y, recientemente, podemos aludir a un ejemplo claro: la venta de la idea de la existencia de las armas de destrucción masiva en una de las últimas guerras estadounidenses con fines corporativos (lo describe Enrique Bocardo Crespo en La política del negocio: cómo la administración Bush vendió la guerra de Irak).
Por último, existe un último problema: el oscurecimiento de la verdad. Por ejemplo, en 2012, el estado de Iowa de Estados Unidos aprobó una ley que convertía en delito realizar grabaciones ocultas en granjas industriales.
En suma, el problema hoy no se instala tanto en el acceso a la información como en devolver confianza a la población sobre la misma y ayudarla a poseer un criterio para distinguir las informaciones fiables de la red de aquellas que se envuelven en un falso boato de academicismo riguroso.
4.- En el apartado referido a Ética Animal, Vd. comenta el caso del chimpancé Washoe. En un caso similar, un gorila llamado Koko llega en una ocasión a mostrar sentimientos de pena y duelo cuando su cuidadora le comunica por gestos que su gato mascota había sido atropellado. ¿Cómo pueden influir estas historias y otras similares en la aceptación que pueda tener hoy día el mecanicismo animal cartesiano -que explica que los animales carecen de conciencia y que sus manifestaciones de dolor son mecanismos automáticos no conectados con el sufrimiento?
Mis últimas investigaciones de ciernen en la influencia de diversos tipos de racionalidades sobre el sujeto. La racionalidad lógica, en ocasiones, posee una incidencia muy restringida sobre la transformación del sujeto. Sin embargo, la racionalidad experiencial, aquella que extrae sus verdades de vivir directa o indirectamente ciertas experiencias, conduce a cambios cruciales, en la esencia y, por tanto, en las formas de ver, de sentir y de reaccionar ante el mundo. Se trata de distancia que existe entre la eficacia que produce escuchar los resultados de la estadística sobre la hambruna en el mundo y la de vivir una experiencia con una tribu en África.
Además, no es preciso padecer personalmente esta circunstancia. La narración se vincula con esta acción porque consisten en experiencias referidas o indirectas. Asistir a una película, donde Jane Goodall nos narre sus contactos con ciertos gorilas, o ver cómo llora nuestro hijo porque le entristece que el pavo con el que se crió los últimos meses haya desaparecido en Navidad mueve resortes internos básicos que nos trasladan a apercibirnos de errores culturales sobre cuya base nos hemos criado y, en definitiva, nos hace ir más allá de las restricciones de nuestro marco ético trasnochado... siguiendo la metáfora de Platón a salir, en cierto modo, de la caverna o, siguiendo el símil fílmico, a escapar de Matrix y de los señores Smith.
5.- En su libro explica brevemente cómo la idea de la producción en masa de productos cárnicos surgió como una necesidad vinculada con el crecimiento de las grandes urbes y con las guerras mundiales. En la actualidad convivimos con un aumento exponencial de la población mundial (lo que implica mayor necesidad de alimentos) y con una crisis económica que fuerza a las industrias a bajar precios (y reducir costes relacionados con el confort o la disminución del sufrimiento de los animales). ¿Cómo puede afectar este choque ético entre la lucha por mantener a la humanidad y el supuesto incremento del interés social en los derechos animales?
La idea que propone se basa en una teoría creada hace más de dos siglos por Thomas Robert Malthus, el maltusianismo. Ésta nos hace temer por el aumento exponencial de población debido a que los recursos planetarios son limitados. Sin embargo, esta teoría, al contrario de lo que plantea, constituye una razón más para evitar el consumo de productos cárnicos y, por ende, para limitar su diseño en granjas industriales. La mayor parte de grano que se produce a nivel mundial sirve para el consumo animal (que, a su vez, es consumido por el ser humano). Para cultivar ese pienso, se precisan grandes extensiones de terreno agrícolas y de recursos humanos y económicos.
Paradójicamente, la producción alimentaria, el cerdo que acaba en nuestros platos, es una cantidad exigua de comida en comparación con la cantidad de alimento que obtendríamos si ese terreno se hubiera dedicado a cultivar productos vegetales de consumo humano. Así pues, la cría intensiva de animales para el consumo humano acota la posibilidad para generar alimentos para los habitantes del mundo.
Respecto a los daños proporcionados a la economía doméstica, compare la media del precio de un kilogramo de verduras y la de uno de carne o pescado. Es cierto que, en algunos países extranjeros, la ecuación se puede invertir, pero Singer señala que es debido a que se financian la producción animal. Siguiendo la lógica del párrafo anterior, resulta obvio que la cría de un kilogramo de ternera será más costosa que el cultivo de uno de manzanas.
Algunas personas señalan el manido argumento de que toda dieta equilibrada requiere disponer de productos cárnicos. Sin embargo, libros como Liberación animal de Peter Singer, Somos lo que comemos o Animal factories escritos con Jim Masson desvelan la falsedad de esta apreciación (salvo, obviamente, en caso de patologías humanas graves). Singer y Mason demuestran que la pirámide alimentaria se basaba en intereses de grandes multinacionales cárnicas que temieron ver reducido sus ventas cuando la Segunda Guerra Mundial no los hizo tan necesarios y apunta a la influencia de la empresa sobre la ciencia para que éste extrajese consecuencias que les resultaban de utilidad. Por otro lado, si existen casos de atletas de primer nivel, como Carl Lewis, que han sido vegetarianos, ¿cuál es la necesidad de aquellos que no lo somos? Asimismo, Singer reseña las patologías provocadas por el exceso de consumo de carnes y grasas en comparación con la exigüidad de éstas que se presentan en los vegetarianos.
Comentando estos puntos con unos amigos hace unos meses, me replicaban que habían leído que la ausencia de consumo de carnes provocaba deficiencias intelectuales. Les indiqué que Peter Singer era vegetariano desde hacía cuatro décadas y se consideraba por diversos medios el primer o segundo filósofo más influyente de la contemporaneidad. Ellos, con sorna, aseveraron: “Si hubiera comido carne, ocuparía el primer puesto”. A lo que añadí con ironía: “Bueno, un segundo puesto no está mal si con eso se dilapida la muerte y/o sufrimiento de millones de animales”. Minutos más tarde, atacarían con ansia irredenta la espalda del cadáver de un cerdo silenciado en el matadero.